Tras visitar a los dasanechs por la mañana, en Omorate y cruzando en río Omo, regresamos 50km a Turmi, comimos, y a 16.30 FUIMOS A LA
FIESTA HAMER:
Turmi y Dimeka eran las dos
poblaciones principales HAMER.
En sus afueras había numerosos
poblados, de pequeño tamaño, con una decena de chozas donde vivían en
clanes familiares.
Hacia uno de ellos nos dirigimos, a 5km de Turmi, entre un
paisaje típicamente africano de acacias, lechos secos de riachuelos, pista de
arena, una choza aquí, otra allá.
LOS HAMER:
Inconfundibles con su
faldita, el torso desnudo o con una camiseta. Sus cabellos embadurnados de
arcilla roja, rapados de frente hasta media cabeza. Porte altivo, fibrados, la
cabeza siempre alta, y la espalda siempre recta. Presumidos. Orgullosos.
Les gusta alardear de
abalorios y por eso portan vistosos collares de bisutería, una diadema, muchos
rematada con una flor, y horquillas de colores chillones.
Si llevan un moño es
porque han matado en ese año a una fiera, o a una persona. (¡Y vimos muchos con
ese moño!)
Las mujeres con sus
cabellos igualmente tintados de arcilla. Amplia
falda, camiseta. E igualmente les encantaban los adornos: brazaletes, ajorcas,
collares de llamativas cuentas.
Son
eminentemente pastores. El tamaño de su ganado es lo que les daba status. Aunque
la agricultura también les es fundamental para subsistir.
Hablan una lengua omotica.
Nakaya es hola.
Nakaya es hola.
Payá-gracias.
Sus poblados son de una decena de chozas hechas de adobe, troncos y hojas de enset o falso banano, donde habitan varias familias, en clanes.
Su fiesta más conocida es
EL SALTO DEL TORO.
Para que un hombre pueda
casarse ha de pasar la prueba de caminar sobre el lomo de 5-10 bueyes. Si se
cae habrá de esperar al año próximo para tener otra oportunidad.
Y para las mujeres la
prueba consiste en unos cuantos latigazos en su espalda, para así demostrar su
resistencia y bravura. ¡Y ellas aún provocaban para que se les diera más fuerte!
Porque eso les daba prestigio.
La tela (cerveza local) e
hidromiel circulaban a buena velocidad.
En el fuego se asaban grandes
piezas de cabra.
Y se realizaban cantos y bailes.
El día anterior a nuestra llegada
se había realizado uno de esos saltos, pudiendo asistir a la del día siguiente,
en homenaje al chaval que lo había logrado.
Vimos esos cantos y danzas, estas
ultimas colocados los hombres en un semicírculo, y las chicas de frente, como
espectadoras, para de vez en cuando salir una a la palestra y provocar a esos
hombres, dándole una patadita en su pierna. Al que quiere
que fuera su pretendiente.
Luego bailaba con el y se retiraba para provocarle, se volvía a a acercar y bailar. Un cortejo.
Uno salía al centro y una decena se le colocaba detrás en fila, comenzando entonces con los saltos.
Danzas ebangadi, dijeron que se llamaban.
Al llegar nos encontramos a un centenar de hamers reunidos en el poblado.
Tras sacrificarlas, ensartaron las diversas piezas en unos palos y las colocaron
sobre el fuego de varias hogueras.
En unas grandes marmitas también preparaban un caldo espeso y en bidones
tenían tela, la cerveza casera.
catando la tela |
Estuvimos buen rato observando esas danzas. Cómo las chicas
iniciaban ese coqueteo. Una de ellas llevaba en su espalda la marca de dos
latigazos. Orgullosísima de mostrarlos.
Luego nos fuimos a “la boite” Hacían shoots de ginebra y las acompañamos de coca colas. Cubatas a
35Birr.
Genial fin del día
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